8 de julio de 2009

¡Dígalo, mi negro!

Sic transit gloria mundi.

¡Anda, vale! Si tú no vas nosotros tampoco, dijo Rafael mientras vigilaba de soslayo la reacción de Raúl quien se afanaba en arreglar el securezza para que no se saliera nada. Era una tarde limpia de julio en los cielos de Washington y Barak tragaba grueso ante la difícil decisión: ¿Coño, voy o hago una declaración pública?, se preguntaba preocupado.

Hugo sorbía otra taza de café y, muy por lo bajo, le comentaba a Daniel no sé qué cosa técnica sobre el café gringo: ¡No joda, Daniel, esta vaina no sabe a nada! Daniel salió de sus cavilaciones con el comentario y la imagen de la chiquilla se esfumó de la viñeta que flotaba sobre su cabeza. Qué cagada, dijo. Hugo asintió, pensando en el café. Daniel lo odiaba, de eso estoy seguro.

Barak se levantó. Sobrio, pero simpático, los obsequió con una sonrisa mientras llevaba sus manos a la espalda y caminaba por la Oficina Oval. José Miguel no pudo disimular un suspiro, mientras elaboraba rosas de papel con las hojas formato A4 de la última resolución del club. El ambiente, si bien no era tenso, tenía un yo no sé qué de pesadez y fastidio, corroborado por los ronquidos sordos de José Manuel , siempre entre la vigilia y el sueño. Despertó sobresaltado al sentir cómo, en una cabeceada, caía sobre sus piernas el sombrero blanco. ¿Si va ir, verdad?, casi gritó, y Raúl sintió, gracias al sobresalto, que una humedad tibia comenzaba a invadir el uniforme de campaña e iba a parar al piso.

Sonó un celular. Era el de Hugo. Atendió molesto. Los colegas lo miraron expectantes. No, Nicolás, aún no ha decidido nada. Coño, no ladi... ¿y quién te dijo que tú piensas? Vete al canal ocho y dile a Vanessa que te entreviste. Que haga preguntas fáciles, ¿ok?, colgó el vergatario y se disculpó por la interrupción. Barak le dirigió un gesto amable y volvió la vista hacia los jardines. Una brisa tenue jugaba con los árboles. Hillary tomaba el té a la sombra de un álamo. Barak sonrió al verla.

Oye, mi negro, yo creo que para tu imagen mundial, un pronunciamiento, como mínimo, sería estupendo, viejo. Pero si vas con nosotros, ¡vaya, que sería la coña, tigre!, dijo Raúl, mientras una empleada trapeaba debajo de su silla. Daniel aprovechó para verle el culo.

Además, Obi, no todo es Guantánamo y esas cosas. También tienes que apoyar de verdad a los que pasan por un dolor como este, así afianzas tu imagen de buen hombre, acotó José Miguel, modoso, frunciendo el seño y empeñado en sus flores de origami. Barak tomó una de las rosas insulsas y la puso en el ojal de su chaqueta. A José Miguel se le subió el rubor a las mejillas.

Debemos comprender que no es fácil para él, ¿ok? Recuerda que está secuestrado por el imperio, dijo Hugo a Rafael en un susurro, y éste asintió preocupado, acariciándose el pelaje, examinándolo disimulado en el reflejo de una vitrina cercana.

Barak abrió la ventana y su penetrante mirada logró que Hillary, sin mediar silbidos u otros llamados, volteara a verlo. Sonrió socarrón, guiñándole un ojo y ella, solícita, acudió rápidamente a la Oficina Oval. Entró, enérgica y segura, arrancando un buenas tardes al coro de los presidentes. Se acercó a Barak, quien le habló al oído. Ella sonrió, posó disimuladamente su mano sobre los pectorales del jefe y salió de allí, seguida por la mirada de Daniel, pegada a su culo.

Bien, dijo Barak, Hillary preparará todo, los acompañaré, los gritos de alegría y triunfo llenaron la Oficina Oval despertando a José Manuel quien cayó al piso. Todos brincaban abrazados, mientras Barak los veía sonreído y paternal. Salieron de la Casa Blanca, seguidos de la empleada quien trapeaba sin cesar detrás de Raúl, hacia el aeropuerto, vitoreados por una multitud. En el Air Force One ultimaron los últimos detalles y Raúl cambió sus securezza.

En el lugar los esperaba CNN, ABC, BBC, Channel Four Television, RAI, TeleSur, Globovisión, VTV, Niños Cantores del Zulia TV, Al-Jazeera, Venus Tv, Animal Planet y muchos más.

Llegaron decididos. Avanzaron, marciales y justicieros, por entre el tumulto que abarrotaba la calle. Todos se apartaban a su paso, no habría fuerza que pudiese detener a estos hombres. Se hizo un silencio espeso cuando entraron y se colocaron junto al féretro. Los justicieros miraron detenidamente a los presentes en aquel recinto e infundieron respeto a la masa. Y fue sólo hasta que Barak, seguido por los otros, comenzó a entonar I'll be there, que pudieron iniciarse las exequias de Michael Jackson.

Desperté con un mal sabor en la boca.






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