15 de agosto de 2010

La libertad

Que los dioses menores te sean leves
tenues como rostros perdidos
en la oportuna niebla de los olvidos
los dioses menores         los aguafiestas
deben estar lejos de tus ropas
y circunstancias
que te sean leves
apenas vistos
no escuchados

que los dioses menores no te acompañen
ni te sigan         ni te abracen
que no te dicten rutas
ni te protejan
los dioses menores
nacidos siempre de los miedos
son crisálidas relativas
estados larvales         más bien
menos mal
de lo enseñado por terceros

que los dioses menores no te canten
los himnos violentos de la certeza
que no se asomen en tus palabras
ni graviten tus orgasmos
los dioses menores         los de los libros
cavaron la tumba del afecto
cegaron ojos y conciencias
en bazares dedicados
a la vil invención del alma

que los dioses menores no te requieran
en sus pactos y pormenores
que no te sueñen         ni te imaginen
en las puertas de sus templos y sucursales
que no te impongan la sospecha
que no te digan el futuro
los dioses menores
inhábiles         torpes         equivocados
vigilan amaneceres y risas
y habitan en cada miedo
y en cada esquina

que los dioses menores te ignoren
que pasen de ti sus proverbios
y admoniciones
sus santas palabras y sus prodigios
sus profetas y sus salmos
sus teloadvierto         sus iras
sus confusiones

que los dioses menores
esos molestos vecinos de tus noches
no te existan

camina en paz

12 de agosto de 2010

Panfleto de matemática popular

La gente, ese maravilloso mar de defectos, calzó el calzado de la era y salió en grupos enormes a recorrer gritos y caminos. La gente, cansada de lluvias hertzianas y consignas, recogió la ropa de los muertos y el corazón de los dolientes y reventó la tarde con el áspero silencio de las canciones. La gente, tribu veraz y cienciacierta, rescató sus dioses de barro y sus amores, y trabajó el campo de los tiempos, sin tangos ni nostalgias, sin despedidas atroces. La gente, enanos etruscos desamparados, refugió el futuro en los zaguanes y encerró bestias y maltratos en pasados irresolubles, ¿qué podía esperar el pequeño tumor de la historia de esa horda sonriente? La gente no quiso mirar atrás y corrió en pos del muro, reventó paradigmas y concreto, desafió la gravedad, se metió en papel y, evolutiva, marchó sin pausa a encontrarse consigo misma. La gente, que comenzó en sol menor sostenido, prendió fuego en sus ojos y miró arder mandatos y reinos, señores y señoríos, jueces y notarios, costumbres y disimulos. La gente, persistente y furioso hormiguero, buscó preguntas y halló pedruscos que lanzó contra banderas y prodigios, arropada, como estaba, en la feroz felicidad de quien se orina en los creyentes. La gente, turbio caldo marginado, acechó, como hienas sabias el desconcierto de la cumbre, el miedo del poderoso, el culo de los jefes, y mordió magistraturas y dignidades – daba igual si de santos, o mártires, o generales – aquella noche en que el verdadero privilegio fue morir temprano, sin misas ni obituarios, como un humano. La gente, harta de la ascesis y de los modos celestiales, descubrió sus genitales y sus usos y sus juegos y sus jugos, y copuló en calles y templos liberados de la culpa y de las joyas, de los signos y los rezos, de la infame regla que dice amaos los unos a los otros siempre que no gocen. La gente contó sus manos y sus voces, sus propósitos y pasos, sus años por venir, los preceptos por violar, la renta de la existencia, y desechó las dudas: ¡era mucha gente, coño! Y aquella noche larga, malvada y deliciosa, murieron los ángeles y los soldados… y los justos sin pecadores.

¿Quién dijo que los más alguna vez fueron los menos?

Saber no salva

Sé quién eres
habitas el incómodo rincón de algún recuerdo
asomas párpados y miradas
cuando duermo
sé quién eres
así         desnuda         pareces besos
impulsos         pasado         viento
así         desnuda         eres eterna
como quien fuiste
sé quién eres

sé quién eres
tres cuartos de sol
y lluvia sin truenos
sé quién eres

sé quién eres en estas horas
en que despiertas
al grillo terco del desconcierto
y le impones
lentas agujas al miedo
sé quien eres

sé quién eres
quieta         muda
insuficiente

sé qué quieres