3 de junio de 2009

Convidados a la noche

(guión para un corto des-animado)


ESCENA # 1: Int. Iglesia/Día
Dentro de una Iglesia, Samael (de unos 30 años, alto y atlético, rubio de pelo algo enmarañado) y Lilith (25 años, de ojos y pelo negrísimos que contrastan con su piel blanca, un poco más baja que Samael y de cuerpo voluptuoso), recorren el recinto. El, con actitud de experto restaurador, contempla la estatuaria, examina acuciosamente cada imagen, acercando el rostro hasta casi rozar el yeso e introduciendo los dedos de sus grandes pero ágiles manos dentro de los pliegues que simulan los ropajes sacando, suave y certeramente, restos de pintura. Samael hace un alto para encender una de las pequeñas velas que están a los pies del Nazareno. Mira en dirección al Altar y descubre a su compañera situada justo debajo del gran Cristo que preside la Nave Central de la Catedral. Lilith acaricia el madero vertical de la Cruz y la lascivia le arranca una mueca a su bellísimo rostro. Samael sonríe y su mirada se detiene en el poderoso trasero de la mujer. Camina a grandes pasos hasta ella pero se detiene ante el Altar y, con la misma pericia demostrada en las estatuas, examina el borde de encajes dorados del mantel. Luego se acerca a ella y, después de acariciarle las nalgas, saca un cigarrillo del bolsillo de su camisa y lo enciende en una de las velas que están al lado del Cristo. Difuminada por el vitral de la derecha, una luz espectral baña al extraño trío. La pareja se marcha. Mientras caminan por la Nave Central, las ventanas y puertas laterales se cierran tras ellos. Una vez afuera, la entrada principal se cierra también. Lilith se coloca unos lentes para el sol y acomoda sus senos, atrapados en el top negro del que casi escapan. Samael, pese al calor del mediodía, se pone el gabán negro que recogió a la salida, dejándolo abierto, de modo que se vea su vestimenta de jeans y camisa, todo de blanco. Luego aspira el cigarrillo y se acerca a un mendigo que está sentado a los pies de una columna de la entrada. Le coloca el cigarrillo en la boca, saca de uno de los bolsillos del gabán una cabeza de cuervo, se la coloca en la mano extendida y le palmea el hombro, sonriendo cínicamente. La pareja baja las escaleras y se van. Detrás queda el mendigo temblando de pánico con la vista puesta en el obsequio aún en su mano. Las chicharras cantan. CORTE A:

ESCENA # 2: Ext. Calle/Día
Salvo por los mendigos que se encuentran en el recorrido, las calles están desiertas. Lilith les entrega volantes. Samael camina a su lado, se entretiene con dos cabezas de cuervos que hace rotar de un dedo a otro en su mano izquierda mientras que en la otra sostiene un cigarrillo. Pese a su amplia sonrisa, canta quedamente un tristísimo blues de los años 30 titulado "I'd rather go blind", mientras sus ojos, extrañamente profundos, detallan a cada uno de los indigentes. Al doblar una esquina, un agitado grupo de mujeres, hombres, niños y ancianos, todos en deplorable estado -algunos, incluso, en evidente enajenación mental-, comienzan a arrancarle los volantes de las manos a Lilith. Ella trata de imponer orden y busca a Samael con la mirada, pero él se ha escapado. Recostado de una pared en la acera del frente, fuma y observa el espectáculo. De repente comienza a recitar calladamente y de forma repetida una frase, para después, elevando el volumen de su voz, cantarla sostenidamente, a la manera de los cantos religiosos palestinos. Nadie se inmuta ante el desconocido canto de Samael: "Eli, Eli, lamma sabacthani". FUNDIDO A NEGRO.

ESCENA # 3: Ext. Calle/Tarde-Noche
Samael y Lilith regresan a la Iglesia. Ella saluda cortésmente a los mendigos, quienes responden agitando los volantes. Parece una activista social, se le nota feliz y satisfecha, sin rastro alguno de la malignidad que transmitiera en el interior de la Catedral. Samael, sin embargo, ha dejado de sonreír y de cantar. Su mirada va clavada al piso, lleva las manos en los bolsillos y de vez en cuando levanta la cabeza y observa, con el rostro petrificado en una mezcla de odio, compasión y tristeza hacia los indigentes. Enciende un cigarrillo y toma una bocanada larga para luego expulsarla con fuerza. Ella sigue saludando. El suspira. Frente a la Iglesia, una pequeña multitud de mendigos comienza a hacer fila para entrar. Samael se acerca al sujeto que viera al salir: está tendido en el suelo con expresión de terror, inamovible por el rigor mortis. Toma la cabeza de cuervo que está al lado del cadáver y se la introduce en la boca, le cierra las mandíbulas y se ríe con odio, transfigurado. Después entra a la Iglesia siguiendo a Lilith. CORTE A:

ESCENA # 4: Int. Iglesia/Noche
Samael en su trabajo. Ha puesto un mantel nuevo sobre el Altar, los platos apilados en una esquina y los cubiertos de plata en la otra. Lilith lo besa en la mejilla y lo mira a los ojos esbozando una leve sonrisa. El se aparta de ella, entra en un cuartucho y sale con una caja de copas. Después de ordenarlas, se coloca frente a la mujer y hace un gesto encogiéndose de hombros, indicando que todo está listo. Ella lo toma por la nuca y lo besa largamente. El murmullo de voces de la gente entrando los interrumpe. Samael entra de nuevo al cuartucho de depósito. Se desnuda, toma una pistola y sale. La gente comienza a sentarse en los bancos. Lilith reparte los platos y los cubiertos. Samael sube al Altar y se sienta en el centro con las piernas extendidas. Hunde el cañón de la pistola a la altura del esternón y aprieta el gatillo. Todos, excepto Lilith, se sobresaltan con la explosión, pero enseguida reanudan la recolección de platos y cubiertos. Lilith sonríe con ternura a los comensales. Por el agujero de salida del proyectil, en la espalda de Samael, brotan miles de plumas negras que vuelan suavemente, llenando todo el interior de la Catedral. El cadáver de Samael, sin derramar una gota de sangre, permanece sentado con el torso doblado increíblemente y su rostro pegado a los muslos de las piernas extendidas, en el Altar. FUNDIDO A NEGRO/FIN.



10 de abril de 2009

Señores

Pasó en una camionetica como esta
4:01:22 p.m.

Buenas taldes señores usuarios. Señores somos un grupo de jóvenes que tanos haciendo una coleta pa reuní dinero pa ayudá a la niña Yuleisi María que pueden vé en esta foto la cual sufre de una enfelmedá llamada caldiopatía tongénica señores. Señores esta enfelmedá se cura con una operación que cuesta nueve millones de bolívares señores. Señores esta cantidá no se reúne de la noche a la mañana señores poleso tanos vendiendo estas galletas de chocolate y maní con una taljeta que silve pa toda ocasión señores pueden velas sin ningún compromiso señores. Señores con sólo mil bolos se llevan dos galletas y la taljeta señores. Señores aprovechen la promoción y estarán colaborando con la niña Yuleisi María que pueden vé en esta foto que tá muy enfelma y necesita de la cantidá ante mencionada señores. Señores mil bolívares no empobrecen ni enriquecen a nadie señores. Señores si aquí alguien no cree en lo que toi diciendo señores pueden vé estos papeles que dicen que la enfelmedá ta muy adelantá y Yuleisi que pueden vé en esta foto necesita la operación señores. Señores muchas gracias a nombre de Yuleisi María que pueden vé en esta foto.

4:03:38 p.m.

Bueno, ¿y esa no era la niña Treisi Dayana, con leucemia esta mañana?

4:03:40 p.m.

se ño res

9 de abril de 2009

De la Ingeniería Civil

Ella dijo: "nunca le he escuchado palabras edificantes a ese hombre". Ignoro de quién hablaban las dos señoras. No sé, además, qué tan importantes son las "palabras edificantes", pero me enganchó la frase. Intenté oír algo más de la conversación, pero, como saben, el regguetón hace imposible cualquier intento de adquirir cultura en los autobuses de Caracas.

En la parada, por favor. Debía bajar.

¡Ah, las palabras edificantes! Por supuesto, hay que aclarar que sólo son edificantes las pronunciadas por la gente correcta. ¿Que quienes son esos? Pues depende. ¿Qué religión profesa Ud? ¿Qué me dice de su orientación sexual? ¿Y cómo andamos de raza? ¿Y su militancia política? ¿Tiene dinero Ud? ¡Ajá, ya se dio cuenta!

Palabras edificantes... se me ocurre LADRILLO, por ejemplo. Esa es una.

Útiles teologías orientales

No recuerdo qué físico teórico, el profesional más cercano al taumaturgo, concluyó (después de fumar mucha matemática y uno que otro texto religioso) que el universo no estaba creado aún, sino que estaba siendo pensado por Dios... o algo así.

La primera vez que leí eso se me erizó la piel. Un ataque de pánico, seguido de una depresión profunda, me postraron en cama durante semanas. No quería salir a la calle. Si veía una de esas malísimas telenovelas mexicanas arrancaba a llorar aterrado. En una oportunidad, sonaba en la radio El baile de la niña y en un arranque de inmenso dolor me corté las venas. Mi novia llamó una ambulancia. Me salvaron de vaina.

De vuelta en casa, me consolaba acunándome entre sus brazos y preguntó: ¿Por qué te afecta tanto esa canción? ¡No es la canción, Coño, Dios es un mediocre! ¿No te asusta eso? Grité. Le conté sobre la teoría en cuestión y ella, más inteligente que yo, me dejó. No sin antes aclarar que eres un idiota.

Piensen en esto: de repente, este tipo me decía que Ismael García, la avenida Baralt, el baile de la niña, Pablo Coelho, Gigantísimo, los Tiburones de la Guaira, el Miss Venezuela, todo, ¡absolutamente TODO lo mediocre que existió, existe y existirá estaba siendo pensado por Él! Y conste que hablo de Lo Mediocre, no hablo del Mal porque, qué duda cabe, esa SI debe ser una potencia divina. De modo que lo mediocre no era culpa de la limitación humana, después de todo, sino una limitación de Dios. De un dios de medio pelo, pues.

Examiné mi propia mediocridad y me hundí en la miseria de no ser dueño ni siquiera de eso. Mi siquiatra trató de argumentar que no pensaba en Da Vinci, Borges, Einstein, Ramos Sucre, Oscar D'León. Allí no hay mediocridad por ninguna parte, dijo. Si, pero si Dios puede pensar mediocre, ¡es mediocre papá! Freud pudo haberse equivocado en algunas cosas, doctor, pero mediocridades no hizo. El tipo se tragó un Tafil y me sacó a empujones del consultorio.

Pero un día el pánico pasó. Justo cuando iba a saltar a los rieles del metro, a mi lado se detuvo un monje budista. ¿Por qué quieres saltar? Le conté todo, con detalles y razonamientos, del físico, no míos desde luego. ¡Ah, eso!, dijo. Después citó a Buda:

En el vació no hay forma, sensación, idea, volición, conciencia. No hay ojos ni oídos, ni nariz ni lengua, ni cuerpo ni espíritu. No hay color ni sonido, ni sabor ni contacto ni elementos. En el vacío no hay ignorancia ni conocimiento, ni tampoco cesación de la ignorancia. No hay ni dolor ni miseria, ni obstáculo ni camino. No hay vejez ni muerte. En el vacío no hay CONOCIMIENTO ni obtención del Conocimiento*.

... y creo que entendí.

* Buda en Sâriputra