10 de abril de 2009

Señores

Pasó en una camionetica como esta
4:01:22 p.m.

Buenas taldes señores usuarios. Señores somos un grupo de jóvenes que tanos haciendo una coleta pa reuní dinero pa ayudá a la niña Yuleisi María que pueden vé en esta foto la cual sufre de una enfelmedá llamada caldiopatía tongénica señores. Señores esta enfelmedá se cura con una operación que cuesta nueve millones de bolívares señores. Señores esta cantidá no se reúne de la noche a la mañana señores poleso tanos vendiendo estas galletas de chocolate y maní con una taljeta que silve pa toda ocasión señores pueden velas sin ningún compromiso señores. Señores con sólo mil bolos se llevan dos galletas y la taljeta señores. Señores aprovechen la promoción y estarán colaborando con la niña Yuleisi María que pueden vé en esta foto que tá muy enfelma y necesita de la cantidá ante mencionada señores. Señores mil bolívares no empobrecen ni enriquecen a nadie señores. Señores si aquí alguien no cree en lo que toi diciendo señores pueden vé estos papeles que dicen que la enfelmedá ta muy adelantá y Yuleisi que pueden vé en esta foto necesita la operación señores. Señores muchas gracias a nombre de Yuleisi María que pueden vé en esta foto.

4:03:38 p.m.

Bueno, ¿y esa no era la niña Treisi Dayana, con leucemia esta mañana?

4:03:40 p.m.

se ño res

9 de abril de 2009

De la Ingeniería Civil

Ella dijo: "nunca le he escuchado palabras edificantes a ese hombre". Ignoro de quién hablaban las dos señoras. No sé, además, qué tan importantes son las "palabras edificantes", pero me enganchó la frase. Intenté oír algo más de la conversación, pero, como saben, el regguetón hace imposible cualquier intento de adquirir cultura en los autobuses de Caracas.

En la parada, por favor. Debía bajar.

¡Ah, las palabras edificantes! Por supuesto, hay que aclarar que sólo son edificantes las pronunciadas por la gente correcta. ¿Que quienes son esos? Pues depende. ¿Qué religión profesa Ud? ¿Qué me dice de su orientación sexual? ¿Y cómo andamos de raza? ¿Y su militancia política? ¿Tiene dinero Ud? ¡Ajá, ya se dio cuenta!

Palabras edificantes... se me ocurre LADRILLO, por ejemplo. Esa es una.

Útiles teologías orientales

No recuerdo qué físico teórico, el profesional más cercano al taumaturgo, concluyó (después de fumar mucha matemática y uno que otro texto religioso) que el universo no estaba creado aún, sino que estaba siendo pensado por Dios... o algo así.

La primera vez que leí eso se me erizó la piel. Un ataque de pánico, seguido de una depresión profunda, me postraron en cama durante semanas. No quería salir a la calle. Si veía una de esas malísimas telenovelas mexicanas arrancaba a llorar aterrado. En una oportunidad, sonaba en la radio El baile de la niña y en un arranque de inmenso dolor me corté las venas. Mi novia llamó una ambulancia. Me salvaron de vaina.

De vuelta en casa, me consolaba acunándome entre sus brazos y preguntó: ¿Por qué te afecta tanto esa canción? ¡No es la canción, Coño, Dios es un mediocre! ¿No te asusta eso? Grité. Le conté sobre la teoría en cuestión y ella, más inteligente que yo, me dejó. No sin antes aclarar que eres un idiota.

Piensen en esto: de repente, este tipo me decía que Ismael García, la avenida Baralt, el baile de la niña, Pablo Coelho, Gigantísimo, los Tiburones de la Guaira, el Miss Venezuela, todo, ¡absolutamente TODO lo mediocre que existió, existe y existirá estaba siendo pensado por Él! Y conste que hablo de Lo Mediocre, no hablo del Mal porque, qué duda cabe, esa SI debe ser una potencia divina. De modo que lo mediocre no era culpa de la limitación humana, después de todo, sino una limitación de Dios. De un dios de medio pelo, pues.

Examiné mi propia mediocridad y me hundí en la miseria de no ser dueño ni siquiera de eso. Mi siquiatra trató de argumentar que no pensaba en Da Vinci, Borges, Einstein, Ramos Sucre, Oscar D'León. Allí no hay mediocridad por ninguna parte, dijo. Si, pero si Dios puede pensar mediocre, ¡es mediocre papá! Freud pudo haberse equivocado en algunas cosas, doctor, pero mediocridades no hizo. El tipo se tragó un Tafil y me sacó a empujones del consultorio.

Pero un día el pánico pasó. Justo cuando iba a saltar a los rieles del metro, a mi lado se detuvo un monje budista. ¿Por qué quieres saltar? Le conté todo, con detalles y razonamientos, del físico, no míos desde luego. ¡Ah, eso!, dijo. Después citó a Buda:

En el vació no hay forma, sensación, idea, volición, conciencia. No hay ojos ni oídos, ni nariz ni lengua, ni cuerpo ni espíritu. No hay color ni sonido, ni sabor ni contacto ni elementos. En el vacío no hay ignorancia ni conocimiento, ni tampoco cesación de la ignorancia. No hay ni dolor ni miseria, ni obstáculo ni camino. No hay vejez ni muerte. En el vacío no hay CONOCIMIENTO ni obtención del Conocimiento*.

... y creo que entendí.

* Buda en Sâriputra

Bodhisattva

Sabes que estás jodidamente solo cuando sustituyes las fantasías sexuales por escenas cotidianas de desayuno y buenos días, por abrazos tibios en la mañana, o por la caricia leve en un vientre que, irremediablemente, no encuentras a tu lado.

Entristeces un poco, pero después la ducha lava nostalgias y desarraigo y te preparas para estar. Tan solo eso, estar, que ya es mucho decir en estos días. Pero ocurre que debes salir a la calle, sitio en el que, lo sabes, millones de personas deambulan jodidamente solas, como tú, pero lo disimulan mejor. O se mienten, técnica incuestionablemente buena para negar la miseria propia.

Comienzas entonces a ver cientos de libros de autoayuda en manos de gerentes, secretarias, profesores, estudiantes, sacerdotes, militares, chóferes, niños, jóvenes, adultos y viejos. Gente de todas las razas y credos con manuales para la felicidad que no los hace felices... ¿o si?

Entonces la duda te corroe y como eres un lector compulsivo, entras en un local de la vieja Nueva Era y arrasas con los Coelhos, los Osho, los PNL, los Inteligencia Emocional, los Weiss. Compras horóscopos, tarots, cuarzos y amatistas. Cargas con incienso y pirámides, yins y yans, mandalas y otras sabidurías antiguas, perdón, ancestrales, que tiene un je ne sais quoi antropológico. Y te decides a creer.

Pasados los meses, tu apartamento apesta a sándalo, tu presupuesto está decaído y la vida aún no tiene sentido. Sólo la idea de la muerte te parece buena. No sientes miedo ni aprehensión al respecto. De hecho, ni siquiera piensas en suicidarte, es sólo que le darías las gracias a quien te pegue un tiro. Y te dices, estoy mal, debe haber una respuesta.

Así que decidí entonces escuchar, una vez más, al sabio monje budista que siempre tiene respuestas. Aunque después de un tiempo, siga tan occidental como de costumbre y mande al carajo sus consejos.

Santidad, ¿donde puedo encontrar la felicidad?, pregunté mientras caminaba a su lado por el bulevar. Si te lo he dicho miles de veces. Sólo en el vacío del nirvana, dijo con esa sonrisa calmada y hermosa de quien está en paz. No pude ocultar mi ansiedad. Si bueno, eso, eeeh, eso lo sé. Pero digamos que no puedo esperar a morir y... Me interrumpió y señaló con el dedo una farmacia: Entonces ve allí, dijo sonriéndome, satisfecho de poder ayudarme.

Pero es obvio que mi cara debía parecer una enorme interrogante con orejas, pues él cambió la sonrisa por un gesto de resignación y entornando los ojos agregó: ¡Se llama Prozac, hijo!, y se alejó lentamente.

- ¿Qué tal?

- ¡Coño, Miguel, esos carajos se las saben todas! Imagino que ahora si le vas a parar bolas, ¿no?

- A pues, dúdalo. ¡Salud!.- Chocaron las cervezas.

Miguel seguía atento con la mirada a la morena de largas piernas y sonrisa pícara.